Fragmentos del libro "El mundo en el oído (el nacimiento de la música en la cultura)" de Ramón Andrés, en el que se pregunta -y nos hace preguntarnos- cual es el comienzo de la música, de que forma se originó y asimiló el ser humano el sonido y donde se propone un análisis del oído como la llave que facilita el acceso al mundo trascendente. En ese sentido Andrés afirma que oírse es tener la más nítida percepción de sí mismo, ahondar en el adentro de cada uno, elegir un sonido para encontrar en el lo que verdaderamente somos.
"Lo mismo que el silencio, la música es un fragmento de nuestro origen. En ella no es posible establecer paralelismos como sucede en otras disciplinas artísticas, caso de la arquitectura, ya que el proceso que nos hizo habitantes de las cuevas, y con el paso de los siglos a ocupar un lugar en las casas de volumetría abstracta, no es parangonable, puesto que el concepto de espacio está en concordancia con la necesidad y el deseo físico de protección y de afirmación en un contorno, en tanto que el sonido lo está con el inconsciente y lo inaprensible y en relación con los primeros fundamentos de una memoria atávica.
[...]
¿No refieren lo mismo Sexto Empírico (180-220 d.C.) y John Cage (1912-1992), dos hombres de alejada época como lo están la hoz y la mecanización agrícola? El primero, filósofo escéptico, señaló en "Adversus Mathematicos" o "Contra los profesores", en el capítulo dedicado a la música y los músicos, que "el tiempo no es nada, y por ello tampoco los pies, ni los ritmos, ni la ciencia de los ritmos". Diecisiete siglos después, en uno de sus escritos, Cage afirmará que "en realidad no hay nada que decir acerca del ritmo porque el tiempo no existe". Estamos ante una afinidad de pensamiento que excede lo cronológico, puesto que la música es la más sorprendente esencia común a quienes tienen la propiedad de escuchar el pasado como un ahora, esto es, de convertirlo todo en presente.
[...]
El hombre que escucha es un ser que se procede en su idea histórica, un ser que no se siente desvinculado de la naturaleza, porque es esta precisamente su fundamento. Escuchar hace que los humanos tengan un sentido de lo profético, dado que el sonido permite una elaboración mental que nos sitúa en el devenir: el fragor de un salto de agua, la resonancia que se produce en las cavidades orográficas o el crujido de un ramaje han despertado un sentimiento que trasciende el presente. Puede decirse que en el conducto auditivo se generó una forma de conocimiento."
No hay comentarios:
Publicar un comentario