Nos acaba de llegar una postal -con un texto un tanto largo- con sello de Alejandría (Egipto) y firmada por un tal L. Durrell:
"Pienso en la época en que el mundo conocido apenas existía para nosotros cuatro; los días eran simplemente espacios entre sueños, espacios entre capas móviles de tiempo, de actividades, de charla intrascendente... un flujo y reflujo de asuntos insignificantes, un husmear cosas muertas, fuera de todo ambiente real, que no nos llevaba a ninguna parte, que no nos exigía nada salvo lo imposible: ser nosotros mismos. Justine decía que habíamos quedado atrapados en la proyección de una voluntad demasiado poderosa y deliberada para ser humana, el campo de atracción que Alejandria presentaba hacia los que había elegido para ser sus símbolos vivientes.
[...]
En aquella época Nessim había empezado ya a recorrer el gran ciclo de sueños históricos que venían a reemplazar en su espíritu los sueños de infancia, y en los que la ciudad se precipitaba como si hubiera encontrado por fin un sujeto sensible a través del cual pudiera expresar los deseos y anhelos colectivos que constituían lo más profundo de su cultura. Veía al despertar las torres y los minaretes impresos contra el cielo agotado y polvoriento, y sobre ellos, como en montage, las huellas gigantescas de la memoria histórica que yace detrás de los recuerdos de la personalidad individual, y es su mentor, su guía; más aún, su inventora, puesto que el hombre es tan sólo una extensión del espíritu del lugar."
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