lunes, 9 de marzo de 2020

Gentrificación y literatura (XVI)

Hoy les traemos una pequeña parte del libro "La mujer habitada", de la escritora nicaragüense Gioconda Belli. Lavinia es su personaje principal, es arquitecta y en uno de sus primeros encargos le toca trabajar en un super-proyecto gentrificador que arrasará parte de un barrio de las periferias acabando con los comercios tradicionales y buena parte de la identidad local:

"Se detuvo para consultar los planos. No lograba ubicar el sitio donde se levantaría el Centro Comercial. Sólo al revisarlos, se percató de que las indicaciones apuntaban claramente el otro lado de la calle. Levantó la vista y miró de nuevo la sucesión de viviendas de cartón y tablas. Barrios como aquel ocupaban la periferia de la ciudad y, en ocasiones, lograban infiltrarse a zonas más céntricas.
Al menos cinco mil personas debían vivir allí, se dijo. La barriada lucía tranquila. Tranquilidad de la pobreza. Niños desnudos. Niños de pantaloncitos cortos llenando baldes de agua en un grifo común. Mujeres descalzas tendiendo ropas de telas delgadas y curtidas en los alambres. Allá una mujer molía maíz. En la esquina, un hombre gordo atendía un taller de vulcanización.
Según los planos, la esquina del Centro Comercial, hipotéticamente, aplastaría el taller de vulcanización. Lo sustituiría por una sorbetería. Las paredes de la nueva construcción atravesarían los pequeños jardines con matas de plátanos y almendros.
¿Y la gente? ¿Qué pasaría con la gente?, se preguntó. Más de alguna vez había leído de desalojos en el periódico. Jamás pensó que le tocaría participar en uno."

Lavinia decide entonces hablar con uno de los comerciantes afectados:

"Dicen que nos van a trasladar a otro lado; que nos van a dar otras tierras. Yo tengo cinco años de estar aquí. Allá —y señaló hacia dentro de las calles de tierra de la barriada— queda mi casa. Discutimos con la empresa lotificadora, pero ellos sostienen que estas tierras no nos pertenecen. ¡Como si no supiéramos que no somos dueños de nada! Nos metimos aquí cuando nos sacó el agua del lago de más para allá —dijo, señalando un lugar indeterminado en dirección al lago—. En cinco años, nadie nos molestó. Invertimos aquí. Hasta una escuela levantamos entre todos. ¡Pero a ellos, no les importa! Nadie nos oye. Si no nos vamos nos echan la guardia. ¡Eso es lo que dijeron!"


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