Recordad esto: los milagros ocurren en el campo. Y Bruno Dumont (apostando cada día más por lo místico) se encarga de registrarlos y mostrarlos. En casi todos sus filmes el mundo rural es mostrado como el mayor espacio de libertad natural pero a su vez supone una cárcel repleta de reclusos semihumanos (como mucho), sobrehumanos (como poco) o disminuídos emocionalmente hablando que pueden llegar a ser misteriosos profetas del campo. Una película en la que Dumont pasa, desde su Flandres (2006) y Hadewijch (2009) de lo rural-bélico y lo rural-religioso a lo rural-bíblico directamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario