No vamos a descubrir aquí la importancia mayúscula de Roger Corman (fallecido en mayo de este año, desde entonces estamos de luto) en el cine contemporáneo norteamericano. Produjo decenas de películas de bajo presupuesto en las que dio su primera oportunidad a directores como Coppola, Scorsese y Bogdanovich (además de realizadoras como Stephanie Rothman) o actores como Jack Nicholson, Dennis Hopper y Robert De Niro. Tampoco descubriremos que Shelley Winters fue una de las mejores actrices de su época.
En "Bloody Mama" (1970) Corman nos presenta un retrato de la Norteamérica de la Gran Depresión a través de una familia delincuente: los Barker. Lloyd es el hijo heroinómano (atención al joven De Niro), Freddy parece demasiado tímido, Herman violento y Arthur es un psicópata sexual. No importa, madre no hay más que una y Winters los defiende a capa y espada. Sabemos por sus actos que representan la monstruosidad, lo marginal, la decadencia salvaje de una época a ojos de toda la sociedad pero en los momentos más importantes, cuando un hijo necesita ser piropeado o un buen azote, siempre estará ahí su madre. Precisamente este sublime personaje interpretado por Winters se basó en la legendaria "Ma" Barker, que fue cómplice de innumerables fechorías cometidas por sus cuatros hijos a principios del siglo XX, llegando a estar en la cúspide criminal mediática de la época rivalizando con John Dillinger o Bonnie & Clyde.
Aquí dejamos un breve diálogo después de que la Señora Barker termine de ahogar en una bañera a una muchacha secuestrada por sus hijos:
- No hay nada que no puedas hacer, ¿verdad, mamá?
- Se supone que es un país libre, pero a menos que seas rico, no serás libre, y lo sabes.
Yo aspiro a ser más libre que el resto de las personas.
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