viernes, 22 de noviembre de 2024

La estética ecológica y el olvido del yo

Estamos leyendo y releyendo cada página del libro "Las Canciones de los Árboles" del biólogo David George Haskell. El autor problematiza la cuestión del Antropoceno, que coloca la acción humana fuera de la naturaleza: siempre existe un cuestionamiento ético cuando la destrucción proviene de la acción humana pero no cuándo viene de un fenómeno natural como un volcán. Haskell busca otra ética de pertenencia al mundo que nos pueda guiar: la estética ecológica es una comprensión profunda de las relaciones que sostienen la vida:

A raíz de esa experiencia estética de la belleza surge la ética: La belleza ecológica no es el estímulo estético o la novedad sensorial. Una comprensión de los procesos de la vida subvierte a menudo esas impresiones superficiales. 
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La estética ecológica es eso: la capacidad de percibir belleza en la relación sostenida y encarnada en el seno de una parte concreta de la comunidad de la vida. No es un retiro en alguna naturaleza salvaje imaginaria en la que los seres humanos no tienen lugar, sino un paso hacia la pertenencia en todas sus dimensiones. En esta estética ecológica podríamos arraigar nuestra ética de la pertenencia. Si existe alguna forma de verdad moral objetiva sobre la ecología de la vida capaz de trascender nuestro parloteo nervioso, se encuentra en el seno de las relaciones que constituyen la red de los seres vivos. Cuando participamos conscientemente en los procesos de esa red, podemos empezar a oír que es coherente, qué está roto, qué es bello y qué es bueno. Esta comprensión surge de una relación sostenida y encarnada,  se manifiesta en una idea madura de la estética ecológica y da lugar a criterios éticos que surgen de la red de la vida. Trascendemos, como mínimo en parte, la individualidad de nuestros cuerpos y nuestra especie. Esta trascendencia surge de las realidades terrenas de los procesos de la vida y se sitúa en el agnosticismo ante la pregunta de si los dioses o diosas tienen algo que ver.
[...]
Iris Murdock escribió, en la estela de Platón, que la experiencia de la belleza es un "olvido del yo". Gracias a la atención continua, se oyen la belleza y la fealdad, en toda su complejidad entremezclada. Olvidarse del yo a través de una experiencia repetidamente vivida es necesario porque muchas verdades biológicas solo se encuentran en relaciones que van más allá de los seres.


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