En "El amante del volcán", Susan Sontag relata la vida del Cavaliere, consejero de la Casa Real de Nápoles en plena Revolución Francesa. Un personaje obsesionado por coleccionar objetos y observador habitual del volcán Vesubio:
Adoptemos una visión positiva. La montaña es un emblema de todas las formas de muerte al por mayor: el diluvio, la gran conflagración (sterminator Vesevo, como diría el gran poeta), pero también dela supervivencia, de la persistencia humana. En este aspecto, la naturaleza desbocada también produce cultura, crea artefactos, a fuerza de matar, de petrificar historia. En semejantes desastres hay mucho que apreciar.
[...]
Quizás todo coleccionista ha soñado con un holocausto que le liberará de su colección, reduciéndolo todo a cenizas, o enterrándolo bajo la lava. La destrucción es sólo la forma más enérgica de desposesión. El coleccionista puede sentirse tan desilusionado ante su vida que quiera despojarse de sí mismo, como en la novela del solitario erudito aturdido por una legendaria acumulación de veinticinco mil necesarios, irreemplazables volúmenes (aquel sueño, la biblioteca perfecta), que se lanza a sí mismo a la pira que han encendido con lo que más amaba. Pero si un coleccionista capaz de semejante furia sobreviviera a su fuego o a su momento de paroxismo, probablemente iniciaría otra colección.
miércoles, 5 de octubre de 2016
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