"La vida y la muerte sólo se definen una con relación a la otra y la omnipresencia del sacrificio en las religiones humanas expresa esta constricción de orden semántico. La vida de unos necesita de la muerte de otros: esta constatación puede aplicarse trivialmente a hechos matemáticos y físicos, o representarse simbólicamente en construcciones complejas. Sucede lo mismo con lo que podemos vislumbrar de la íntima relación entre muerte e individualidad: la inscripción en el tiempo caracteriza al individuo, desde el nacimiento hasta la muerte; y las afirmaciones que postulan que "uno siempre muere solo" o que "la muerte cambia la vida en destino" -la primera con la sobriedad de una frase semejante a un proverbio y la segunda con la elocuencia de un escritor quizás demasiado orador- no hacen más que repetir tal evidencia. La definición de muerte como horizonte de toda vida individual, evidente, adquiere sin embargo otro sentido, un sentido más sutil y más cotidiano, en cuanto se percibe como una definición de la vida misma, de la vida entre dos muertes. Lo mismo sucede con la memoria y el olvido. La definición de olvido como pérdida del recuerdo toma otro sentido en cuanto se percibe como un componente de la propia memoria.
Esta proximidad de las dos parejas de palabras -vida y muerte, memoria y olvido- se percibe, expresa y simboliza en todo lugar. Para muchos no es sólo de orden metafórico (el olvido como una especie de muerte, la vida de los recuerdos), sino que pone en juego concepciones de la muerte (de la muerte como otra vida o de la muerte como inmanente a la vida) que rigen a su vez los papeles asignados a la memoria y al olvido: en un caso la muerte se halla ante mí y debo en el momento presente recordar que un día tengo que morir, y en el otro la muerte está tras de mí y debo vivir el momento presente sin olvidar el pasado que habita en él. La idea de salvación, la idea cristiana, pertenece más bien al primer caso, y la idea de retorno, la idea pagana de reencarnaciones sucesivas, al segundo: una esperanza, un recuerdo, dan forma a la existencia cotidiana. Esta afirmación, una vez formulada, debe matizarse: los cristianos colectiva e individualmente tienen un pasado (el pecado), y los paganismos no ignoran el futuro. Ambas concepciones no son pues totalmente irreconciliables, y nuestro presente se divide con frecuencia entre las incertidumbres del porvenir y las confusiones del recuerdo."
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