Fragmentos del cuento "Las cosas que perdimos en el fuego", incluido en el libro del mismo título de la escritora argentina Mariana Enríquez. Inspirado en el asesinato de Wanda Taddei en 2010, la historia nos trae a un colectivo de mujeres que toma la contundente decisión de quemarse vivas hasta la deformidad después de una oleada de violencia de género en Argentina en la que los hombres utilizan alcohol para quemar a sus parejas. La realizadora de Gales Prano Bailey-Bond ("Censor", 2021) ya se encuentra trabajando en una esperada versión cinematográfica.
"Por eso, cuando de verdad las mujeres empezaron a quemarse, nadie les creyó, pensaba Silvina mientras esperaba el colectivo - no usaba su propio auto cuando visitaba a su madre: la podían seguir-. Creían que estaban protegiendo a sus hombres, que todavía les tenían miedo, que estaban shockeadas y no podían decir la verdad; costó mucho concebir las hogueras."
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"Hicieron falta muchas mujeres quemadas para que empezaran las hogueras. Es contagio, explicaban los expertos en violencia de género en diarios y revistas y radios y televisión y donde pudieran hablar; era tan complejo informar, decían, porque por un lado había que alertar sobre los feminicidios y por otro se provocaban esos efectos, parecidos a lo que ocurre con los suicidios entre adolescentes."
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"La chica del subte dijo algo impresionante, brutal:
- Si siguen así, los hombres se van a tener que acostumbrar. La mayoría de las mujeres van a ser como yo, si no se mueren. Estaría bueno, ¿no? Una belleza nueva.
- Las quemas las hacen los hombres, chiquita. Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras. Pero no nos vamos a morir: vamos a mostrar nuestras cicatrices."
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"La ceremonia fue al atardecer. Silvina usó la función vídeo de una cámara de fotos: los teléfonos estaban prohibidos y ella no tenía una cámara mejor, y tampoco quería comprar una por si la rastreaban. Filmó todo: las mujeres preparando la pira, con enormes ramas secas de los árboles del campo, el fuego alimentado con diarios y nafta hasta que alcanzó más de un metro de altura. Estaban campo adentro - una arboleda y la casa ocultaban la ceremonia de la ruta-. El otro camino, a la derecha, quedaba demasiado lejos. No había vecinos ni peones. Ya no, a esa hora. Cuándo cayó el sol, la mujer elegida caminó hacia el fuego. Lentamente. Silvina pensó que la chica iba a arrepentirse, porque lloraba. Había elegido una canción para su ceremonia, que las demás cantaban: "Ahí va tu cuerpo al fuego, ahí va. / lo consume pronto, lo acaba sin tocarlo". Pero no se arrepintió. La mujer entró en el fuego como en una pileta de natación, se zambulló, dispuesta a sumergirse: no había duda de que lo hacía por su propia voluntad; una voluntad supersticiosa o incitada, pero propia. Ardió apenas 20 segundos. Cumplido ese plazo, dos mujeres protegidas por amianto la sacaron de entre las llamas y la llevaron corriendo al hospital clandestino. Silvina detuvo la filmación antes de que pudiera verde el edificio.
Esa noche subió el vídeo a Internet. Al día siguiente, millones de personas lo habían visto."
El libro completo se puede descargar en este link.