Fragmento del libro "El orden natural de las cosas" del escritor portugués António Lobo Antunes, en la que encontramos interesantes paseos por el barrio lisboeta de Benfica después de ser transformado a mediados del siglo XX:
[...] A treinta o cuarenta metros se alzaba la palmera de Correios, y un poco más adelante, en dirección a las Portas de Benfica (un par de castillitos de juguete prolongados por garitas corroídas por el tiempo), se situaba la vivienda donde un hombre barbudo tocaba el violín, tañendo el instrumento con gemidos crueles. Un día festivo cualquiera, hace meses, tomé en el Arco do Cego, delante de un cine cerrado, con la platea que se deshacía detrás de la reja de hierro, un autobús hacia mi infancia, y viajé por calles desconocidas bordeadas de edificios opacos, todos idénticos, en los que no reconocí una sola fachada, hasta desembocar en un barrio habitado por salones de peluquería y consultorios de ortodoncia, y en cuyas esquinas me perdí [...] Fincas de diez plantas habían engullido a las casas o nacido de las fresas y de las coles plateadas por la baba azul de los caracoles. Descubrí, después de andar kilómetros alrededor de oficinas de cables eléctricos, una placa atornillada en la pared, al lado de un taller de modista, que anunciaba Calçada do Tojal, y no obstante, Iolanda, ya ni la cuesta existía, aplanada por excavadoras gigantescas: sólo balcones y balcones, estores y ventanas de aluminio y un señor de edad paseando a un perrito que alzaba la pata junto a los automóviles de la plaza. De modo que regresé al cine de Arco do Cego sintiéndome un hombre sin pasado, nacido cuarentón en un asiento de autobús, inventando para sí mismo la familia que nunca tuviera en una zona de la ciudad que jamás existió. [...]